María Remedios del Valle fue una de las llamadas «niñas de
Ayohúma», aquellas que asistieron al derrotado ejército de Manuel Belgrano en
la batalla de Ayohúma. Afrodescediente argentina, actuó como auxiliar en las
Invasiones Inglesas y tras la Revolución de Mayo acompañó como auxiliar y
combatiente al Ejército del Norte durante toda la guerra de Independencia de la
Argentina lo que le valió el tratamiento de «capitana» y de «Madre de la
Patria» y, al finalizar sus días, el rango de sargento mayor del Ejército. Wiki
Una Niña de Ayohuma mendigando en Buenos Aires
Deambulando por la Plaza de la Victoria, o en los atrios de
San Francisco, San Ignacio o Santo Domingo, podía verse en 1827 a una anciana
mendiga, de tez morena; al pasar a su lado, se la oía pedir limosna con voz
cascada y débil. Se alimentaba con los restos de comida y el pan que le daban
en los conventos. Llamábase esta mendiga
María Remedios del Valle.
Cierto día acertó a pasar a su lado el general Juan José
Viamonte. Este, después de mirarla detenidamente, le preguntó su nombre. Al
oírlo se volvió a sus acompañantes: “Esta es ‘La Capitana’, dijo, ‘La Madre de
la Patria’, la misma que nos acompañó al Alto Perú. Se trata de una verdadera
heroína”. Y cuántas veces la anciana había golpeado a la puerta de la casa del
general pidiendo verlo, para ser sistemáticamente despedida por los criados!
Viamonte no la olvidó. Cuando fue elegido diputado a la Sala
de Representantes presentó ante ésta, el 25 de setiembre de 1827, una solicitud
de pensión por los servicios prestados en la guerra de la Independencia”. La
Comisión de Peticiones recomendó a la Sala se aprobara el siguiente proyecto de
decreto: “Por ahora y desde esta fecha la suplicante gozará del sueldo de
Capitán de Infantería, y devuélvase el expediente para que ocurriendo al P. E.
tenga esta resolución su debido cumplimiento”. Pero la presidencia de la sala
pospuso la consideración del proyecto a la de otros asuntos que parecían más
urgentes.
El 18 de febrero de 1828, Viamonte consiguió que se llevara
el proyecto a la consideración de la Legislatura. Leída que fue la solicitud,
algunos diputados pidieron mayores informes y, además, alegaron que la Sala de
Representantes de la Provincia de Buenos Aires no tenía facultad para otorgar
recompensas por servicios prestados a la Nación.
Entonces se levantó el general Viamonte y expresó: “Yo no
hubiera tomado la palabra porque me cuesta mucho trabajo hablar, si no hubiese
visto que se echan de menos documentos y datos. Yo conocí a esta mujer en el
Alto Perú y la reconozco ahora aquí, cuando vive pidiendo limosna… Esta mujer
es realmente una benemérita. Ha seguido al ejército de la Patria desde el año
1810, y no hay acción en el Perú en la que no se haya encontrado. Es bien digna
de ser atendida porque presenta su cuerpo lleno de heridas de bala, y lleno
también de las cicatrices por los azotes recibidos de los enemigos, y no se
debe permitir que deba mendigar como lo hace”.
La Sala se conmovió ante la declaración de Viamonte, y otro
diputado se alzó exclamando: “¡Esa infeliz mujer es una heroína! Y si no fuera
por su condición de humilde se habría hecho célebre en todo el mundo”. Por su
parte, el representante García Valdéz refutó la objeción sobre las atribuciones
afirmando que la Provincia pasaría por cruel e insensible si esperaba a que la
Nación se organizase para premiar esos servicios.
Entonces tomó la palabra el doctor Tomás de Anchorena, quien
había sido secretario del general Belgrano en la campaña del Alto Perú. “Esta
mujer –expresó- participaba en todas las acciones con tal valentía que era la
admiración del general, de los oficiales y de toda la tropa. Era la única
persona de su sexo a quien el riguroso Belgrano permitía seguir la campaña del
ejército, cuando eran tantas las que lo intentaban. Ella era el paño de
lágrimas, sin el menor interés, de jefes y oficiales. Todos la elogiaban por su
caridad, por los cuidados que prodigaba a los heridos y mutilados, y por su
voluntad esforzada de atender a todos los que sufrían. Su misma humildad es lo
que más la recomienda”.
La Sala resolvió reconocerle el sueldo correspondiente al
grado de Capitán de Infantería, a abonársele desde la fecha en que inició su
solicitud ante el Gobierno. Asimismo, dispuso nombrar una comisión que
redactase y publicase una biografía de “La Capitana” y diseñase los planos y
estableciese el presupuesto de un monumento que habría de erigírsele.
Pero María nunca cobró un centavo, ni tuvo biografía ni
monumento. El expediente que contiene el decreto aprobado por unanimidad quedó
sepultado en alguna pila de papeles y nunca fue despachado. La heroína siguió
mendigando y murió en la miseria.
Al menos una Niña de Ayohuma tiene nombre: María Remedios
del Valle y un rango figurativo: La Capitana. Pero, cruel destino, fue una
mendiga más en el Buenos Aires que ajeno a su entrega, le dio la espalda. Sea
este recuerdo una flor para su memoria.
Fuentes
Boletín Güemesiano Nº 7 –
Marzo de 2006
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Revista Crónica Histórica Argentina Nº 18 – Año 1968 –
“Anciana y Mendiga”
www.revisionistas.com.ar
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